El Volkswagen KLV-20 es un peculiar vehículo que combina características de autobús y tren, por lo que es único y, a su vez, una fascinante pieza de la historia automotriz y ferroviaria. Basado en la icónica Bulli, fue rescatado y restaurado por los expertos de Volkswagen Vehículos Comerciales Oldtimer (VWNO) para devolverle su esplendor original.
Ni uno ni otro, sino los dos al mismo tiempo. Aunque concibas al automóvil o carro como un vehículo muy diferente al tren, el Volkswagen KLV-20 demuestra que no necesariamente es así.
El origen del KLV-20 y todo lo que debes saber
En 1954, los Ferrocarriles Federales Alemanes (DB) enfrentaban la necesidad de adquirir vehículos compactos y eficientes para el mantenimiento de sus vías. En lugar de diseñar uno 100% nuevo, adaptaron el versátil Volkswagen Transporter a un chasis ferroviario. Así, encargaron a las empresas Martin Beilhack y Waggon-und Maschinenbau GmbH Donauwörth la construcción del KLV-20, un «carro pequeño con motor de combustión».
A partir del resultado obtenido, se fabricaron un total de 15 unidades destinadas a inspecciones y reparaciones de vías y señales. Sin embargo, poco importan algunos detalles, ya que lo más relevante radica en el diseño del modelo y su funcionamiento.
Características técnicas del Volkswagen KLV-20
El KLV-20 se compone de tres elementos principales:
- Carrocería de una T1
- Motor industrial Volkswagen de 21 kW/28 CV
- Chasis con un dispositivo hidráulico de elevación y rotación
Esta configuración permitía que un solo operario pudiera levantar, girar y colocar el vehículo sobre las vías con total facilidad.
A su vez, para cumplir con las normativas ferroviarias se retiraron las luces estándar de la Bulli y se reemplazaron por unas específicas para el tráfico ferroviario; dos blancas frontales y una roja trasera.
Cabe destacar que este auto-tren está impulsado por un motor de gasolina de cuatro cilindros y 1.2 litros, capaz de alcanzar una velocidad máxima de 70 km/h. La transmisión es manual, con cuatro marchas y una reversa, y la potencia se transmite a las ruedas a través de dos ejes oscilantes laterales.
Dimensiones y elementos clave
Pasar de automóvil a tren requiere de una adaptación particular en cuanto a dimensiones y accesorios. El Volkswagen KLV-20 mide 4100 mm de largo, 1750 de ancho y 1850 de alto, además de una distancia entre ejes de 2400 mm y un peso total de 2220 kg.
Por su parte, las ruedas de acero, con un diámetro de 550 mm, se encuentran equipadas con bloques de goma para amortiguar el ruido. Al mismo tiempo, todas cuentan con frenos de zapata internos que se accionan hidráulicamente. Y es posible frenar mecánicamente un par de ruedas mediante una palanca de freno de mano.
Si ingresas a su interior evidenciarás un diseño ideal para la funcionalidad y comodidad. Esto se debe a que dispone de tres banquetas acolchadas: dos en el habitáculo del conductor y tres en el compartimento de pasajeros que pueden retirarse para usar el espacio como área de carga.
Sorprendentemente, este vehículo carece de espejo retrovisor y volante, lo que proporciona una experiencia de conducción única y algo surrealista. De hecho, parece ser mucho más inseguro que cualquier carro convencional, aunque cuando se fabricó hace más de 50 años eso era apenas un detalle.
¿Cuándo dejó de funcionar y dónde encontrar una unidad?
El Volkswagen KLV-20 se retiró del servicio en la década del ‘70, pero algunos ejemplares sobrevivieron en excelentes condiciones, como el número de vehículo 20-5011 de VWNO. Hoy en día, quienes estén interesado en este autobús ferroviario pueden verlo en la colección VWN Oldtimer, donde sigue fascinando a los entusiastas de la historia del transporte.